sábado, septiembre 30

Sesión con el café

Hay lluvia, hace frío, no tengo pendientes urgentes y tengo un muy buen libro a la mano y en la mesa una taza del mejor café brasileño que he probado.
O sea, todo está perfecto.
Desde hace mucho quería un día así, un día que pudiera dedicar enteramente a mí y a hacer lo que más me gusta hacer. Ni siquiera me importa la gripa que hace que todo se sienta chistoso y no pueda oler mi café.
¿Qué hago entonces sentada frente a la computadora? se preguntarán ustedes mis muy curiosos lectores (sí, ambos).
No puedo decidir entre ver el Padrino I por millonésima vez o leer un excelente libro, también por millonésima vez.
Obviamente no puedo hacer las dos, porque no podría ponerle mi completa atención a leer o a ver la película...
Así que escribo.
Y vuelvo a vestir a mi Zwinky. (si, es esa monita que pueden ver a su izquierda y que cambia de ropa y de aspecto según mi humor). Demasiado tiempo libre, ya sé.

Definitivamente creo que voy a leer.
Otra taza de café (Dios, de verdad extraño tener olfato...), una cobijita, mi libro y de fondo An evening with John Petrucci and Jordan Rudess (gracias Cali) o Sessions with Dizzy Gillespie and Miles Davis.
Una oportunidad para andar vestida cómodamente, con los anteojos puestos y una bufanda que no combine, aunque parezca uno de esos pseudo intelectuales que en mi opinión son filósofos de café. No me interesa. Hoy se trata de la yo interior.

Y si en algún momento quiero dejar de leer, simplemente me pongo a escribir.
Hace tanto que no lo hago...
Pero siento que hoy sí podría fluir la creación.

Sin pucheros, ni enojos, ni frustración frente a la pantalla, ni golpes a la tecla de borrar.
Hoy voy a sesionar sola

lunes, septiembre 18

No se vale

Hay temporadas buenas y unas no tan buenas.
Pero a veces una temporada mala dura demasiado.
En menos de un año he asistido a cuatro velorios, misas y funerales de personas a las que yo conocí y aprecié. Mi mamá, mi tío Tote, Miss Patsy, y ayer Daniel Cárdenas.
Tres de estas personas murieron de cáncer.
Y me da coraje y me siento impotente y me duele profundamente que siempre son las mejores personas las que sufren.
No se vale.
Tantos infelices narcotraficantes, asesinos, violadores, golpeadores, injustos, abusivos y demás hijos de la fregada que andan sueltos por ahi y ni una méndiga gripa les da, pero los que vivieron ayudando a todo mundo, los que superaron problemas feos, los que le echaron ganas toda la vida, ellos tienen que sufrir y tienen que morir después de una enfermedad larga, dolorosa y desgastante. Y francamente ya estoy hasta el cuerno de esto.

Y luego ve uno casos muy feos y muy dolorosos, como el bebé de seis meses que conocí y que tenía cáncer en los huesos. Qué demonios pudo haber hecho un bebé de seis meses para merecer eso?
Son fregaderas. Eso es lo que son.
Pero eso sí, cuánta gente no hay que cada domingo está en misa: "Por mi culpa por mi culpa" y ya se sienten buenas personas por poner cara de elevación en el padrenuestro. Para que en cuanto salen de misa, aunque sigan en el atrio de la iglesia ya estén criticando al prójimo. ¿Eso los hace buenos? La semana pasada fui diario a misa a las ocho de la mañana a visitar a mi mamá y vi señoras que estaban ahi todos los días aburriendo a los santos con su falsa bondad, y saliendo de la iglesia, arrancaban su coche y ni el paso cedían, al contrario, aunque uno fuera a pie le echaban el carro encima.
Gente que va a los velorios a hacer reunión social y criticar, gente que en todas las misas comulga, pero no dona ni un centavo, o peor aún, gente que ostentosamente da lismona en misa, pero evade impuestos y acepta u ofrece pagos corruptos, gente que se sienta hasta adelante en la iglesia, pero que ni siquiera se conmueven cuando ven un niño de la calle, gente que no respeta la vida y atenta contra ella poniéndose en riesgo y poniendo en riesgo a los demás. Gente que usa y abusa de las personas, que con diez aves marías y tres golpes de pecho creen que todo les está perdonado y entonces ya tienen permiso para pecar proque se arrepintieron. ¿De verdad se puede hacer eso? ¿Puedo ser la peor persona en el mundo y arrepentirme y de todos modos me voy al cielo? ¿De verdad causa myor regocijo en el cielo cuando regresa la oveja descarriada que cuando no se salen del redil diez? Por eso odio la parábola del hijo pródigo. Lo que me está diciendo es que puedo esforzarme toda la vida por ser mejor, pero el día que un violador se arrepienta va a merecer lo mismo que yo. Excepto que a mi me va a dar cáncer y a él no.
Y entonces donde está la justicia?
Pecado es pecado. Y si crees en tu religión, yo creo que es preferible no pecar que pecar y arrepentirse, no? Así lo entendí yo, pero tal vez la que se equivoca otra vez soy yo

sábado, septiembre 2

Calladita me veo más bonita

¡Las cosas que hacemos por nuestros padres!
Hace unos cuantos días, ví a mi padre un poco ojeroso, y muy canoso (quienes lo conozcan sabrán que tiene diéz años viéndose de este modo, sin embargo, me preocupé). Como la hija consciente, consternada y generosa que soy, le sugerí que tomara vacaciones. A lo cual respondió el siguiente día con una invitación a Mazatlán.
Protesté cuanto pude, pero al final tuve que ceder un poco. Yo sabía que sufriría horrores en una playa del Pacífico, donde el clima es soleado, cálido, el mar limpio, cristalino, y la comida deliciosa. Eso sin mencionar que de manera totalmente involuntaria me volaría los primeros dos días de clases de este mi último cuatrimestre.
Finalmente, cuando no hubo berrinche suficiente que me salvara de tan trágico tormento, empaqué mi traje de baño y cuanto pude antes de que fuera demasiado tarde y se decidiera por unanimidad que me quedara.
Al llegar me di cuenta que mis presagios se habían quedado cortos, muy cortos, pitufescos en comparación con la realidad. La playa más bonita de lo que recordaba, el sol, más dorado, la gente más amable y los atardeceres de un rojo más intenso.
Y así se pasaron los días, entre albercas, Océano Pacífico, mariscos y piñadas (sí, mis pequeños saltamontes, eso es una piña colada sin alcohol).
Sobra decir, que aproveché el tiempo para intentar quitarme (como diría Garrick), "....esta palidez del rostro mío...". Afortunadamente, resultó fructífero el esfuerzo, con el evidente resultado de ya no tener un tono de piel que se encuentre entre el verde burócrata y el amarillo tokyo.
En el penúltimo día de nuestra estancia, conocimos el mamuca's, un lugar de tradición culinaria que data desde 1961. Reconocido por todos los nativos autóctonos mazatlecas oriundos de Mazatlán (no me gusta redundar, así que prefiero mantenerlo breve) como el mejor lugar para comer mariscos, es un lugar, que si bien, no es comercialmente elegante, tiene el encanto de esos lugares familiares que los de provincia estamos acostumbrados a amar.
Atendido por la señora Sandra, hija del hoy finado Sr. Mamuca, el restaurant del mismo nombre ofrece mariscos preparados con un sabor y una sazón que pocos son los afortunados merecedores de probarlos.
Conchas rellenas de jaiba gratinada, tan suave que se deshace en la boca como mantequilla, con un sabor suave, pero definido, y muy puro. Camarones dorados de mantequilla con un toque casi imperceptible de ajo; pescado a la plancha con hierbas, cocinado en el tiempo que la vasta experiencia dicta como el indicado para que conserve todo su sabor, al tiempo que adquiere consistencia suave, ostiones con tomate, gratinados en queso de sabor delicado...
(en este instante me tomo un momento para revivir los sabores, aromas y colores. Respiro profundo, y busco en mi ser el poder para concentrarme nuevamente en el relato.)
Doña Sandra, la tan mencionada dueña del establecimiento y hada madrina de la comida, mencionó una frase que, a pesar de ser referida al clima, posee una sabiduría innata y aplicable para todo caso. Dicha frase fue hecha en respuesta a la pregunta "Cree usted que llueva en la noche?"
"Quien sabe, pero ya ve como está el clima de calmado, como que ni se mueve? Eso sólo significa que va a pasar algo fuerte. "
Efectivamente, una hora después, los noticieros comenzaron a transmitir información acerca de John, la tormenta tropical que viajaba rumbo a Los Cabos, Baja California, y cuyos efectos secundarios (lluvias y vientos no destructivos) alcanzarían Mazatlán. Esa misma noche, llovió con una intensidad que Querétaro envidió por primera vez desde octubre de 2003.
Y mi padre comentó que esa frase tiene razón en más de un sentido. La quietud es las más de las veces presagio de tragedia que antesala de alegrías. Como ejemplo citó el caso de cuando mi hermana y yo éramos chicas y jugábamos de manera muy ruidosa y brusca. Cuando dejaba de oir ruido, se preocupaba, porque posiblemente ya hubiéramos hecho alguna travesura, roto algo, ensuciado algo o tratado de reparar algo. Una vez, cuando yo tenía tres o cuatro años, dejó de oirme durante un lapso prolongado, y cuando por fin me encontró, yo estaba cortando peras.
En lo alto de un peral. Donde el viento soplaba muy fuerte, y agarrada de una sola mano, porque en la otra tenía un palo de escoba para alcanzar las peras. Por eso mi papá me enseñó a que jugara haciendo ruido, para saber siempre donde estaba.
y aprendí muy bien.
Demasiado.